domingo, 20 de marzo de 2016

tres mujeres y una niña

Hay tres mujeres y una niña en las que pienso diariamente; hay a su alrededor  otras mujeres, hombres y niños que acompañan, abrazan, sujetan, empujan.
La niña crece en un lugar desconocido; una de las mujeres, Natalia, es su madre; la extraña mientras las otras dos mujeres le acarician el corazón, aprenden su historia para comprenderla y le enseñan a luchar sin putear; la niña la espera.
Natalia es joven, tiene las manos apretadas y los ojos todavía de una niña, una niña triste y enojada; arrastra soledades y peleas; largas caminatas para llegar a una salita de salud, esconde su cara cuando habla, como protegiéndose.
Me cuenta que sabe leer y escribir poquito, la observo pensativa, ahogada en la realidad que camina, pero de pié.
Natalia me convoca; todas las mañanas la saludo en silencio y le doy fuerza; pero no alcanza.
La mujer más alta, de cuerpo largo y ojos que miran adelante, es doctora de un pueblo; tiene brazos flacos y el compromiso social de un gigante. Pregunto por ella y algunos dicen que está loca; pregunto más y su “locura” en realidad es lucha, honestidad, humanidad. Trabaja largas horas, duerme poco. Es de esas mujeres que usan sus brazos para alcanzar la verdad, busca en los ojos de la gente, se enfrenta y defiende como leona a quienes la necesitan; sabe escuchar, disfruta del tango como su mejor poesía.
La mujer de tamaño pequeño y ojos punzantes es mi madre;  compromete sus días a la causa; mira el sol y marcha por la vida digna, por los derechos de las mamás que aman  y los niños, por la educación, la equidad, la escucha y la mirada. En su casa tiene plantas, trabaja pacientemente el barro y prepara agüitas con menta para refresco en el verano; tiene gatas, hijas, nietas y nietos, muchos libros, poca ropa y un árbol con sombra. Desde que nací la comparto con otra gente que la busca y le confía, fue difícil de niña, luego entendí que somos muchos y su corazón es solidario, entendí que su trabajo también es por mí, por mis futuros hijos, por los hijos de mis hijos, mis sobrinos, por los niños que ya nacieron y están muy solos, por los jóvenes que no encuentran su deseo, por las familias que menos tienen. Entendí que trabaja por una distribución de dinero, de hogares y de amor más parejita; y su mirada va más allá de mí, porque mira más largo, a los de cerca y a los de más lejitos.
Amo a mi mamá, amo a mi mamá al lado de Natalia y la doctora.

Me alegra la solidaridad del pueblo, me alegra que la plaza del pueblo no tenga rejas y que la gente se encuentre. Me alegra escuchar la risa de Natalia, saber que se fortalece, adquiere nuevas herramientas y su soledad ya no es tan grande; espero conocer a su niña y después, abrazar a mi mamá. 

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