Te cuestan las palabras rosas y las oraciones
largas…porque tu mente es larga, alta como tu cuerpo…y tenés que dejarla
corretear tranquila…que las palabras bajen a la boca como baja el agua.
En tu mesita de luz, tirado al costado de un
par de cosas o entre los juguetes de tus hijas te espera un Principito; él
quiere saberte así…tan niño como sos,
con ojos chinos como ahora; ojos con risa aunque a veces estés triste o
preocupado como adulto que se pone nublado.
Por ser tan puro, es que al Principito le encanta
cuidarte…ama verte bailar y ser estrella.
Niño alto:
no hace falta que aprendas a hablar “bonito”,
hace falta que no dejes de jugar.
Hay objetos que robaste graciosamente cuando
adolescente; corridas con amigos, un viaje que te hizo muy alegre y dos mujeres
de tamaño muy pequeño que te aman y van con vos a mirar un pelotero construido
arriba del agua; eso es lo importante.
El principito sabe que sabes mirar, y sabes
oler y te gusta el pasto corto y las plantas desprolijas para cuidarlas; eso es
importante.
Niño alto: Esas cosas que soñás y según tu
mente adulta no recordás, son las que al Principito le siguen dando aire.
Cada vez que ves el cielo lleno de nubes y te
dan ganas de rutas, el Principito respira y vos también…….porque también sos
él.
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